martes, 31 de marzo de 2009

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23 OJANCOS EN LA PANZA DEL GIGANTE



Bajo los primeros rayos de sol, comenzaba a asomar la panza del gigante. El sueño eterno se apoderó de él hace ya muchos años y allí se encontraba, tumbado, esperando a que nos subiésemos encima de él. San Martín de los Herreros sería nuestro punto de partida.


Aquel era un buen día, brillaba el sol y se había ido la mayor parte de la nieve caída días atrás. Nos habíamos juntado 23 personas dispuestas a desafiar al Ojanco, nuestro Ojanco. Comenzamos a andar sobre las 11 de la mañana. Poco a poco fuimos cogiendo altura. Alcanzamos una campa donde descansamos 10 minutillos. Soplaba una leve brisa que hacía más amena la marcha.


Pero lo duro comenzaba ahora. Delante de nosotros se alzaba el primer repecho que, entre un bosque de hayas aún sin verdear, nos llevaría a un pequeño mirador desde el que contemplaríamos la mayoría de las cumbres del norte de Palencia. Luego, otro pequeño tramo más liviano sobre nieve nos conduciría al collado desde donde empezaríamos a atacar la cumbre. Nos llevó una hora realmente dura. Hubo gente que lo pasó mal y cuyo esfuerzo merece una mención aparte. Sobre las tres de la tarde alcanzamos la cumbre. Allí estábamos todos, contemplando las cimas del Espigüete, Curavacas, Pico Murcia, la cuerda de Peñalabra… Sobre la panza del gigante soplaba un viento violento, como avisándonos de no perturbar el sueño de aquel Ojanco. Comimos con un hambre feroz, el esfuerzo nos había desgastado muchas energías.


Luego vino la bajada. Entre risas y culo-esquí llegamos al punto final de nuestra ruta: Villanueva de la Peña. Desde allí pudimos contemplar la perfecta figura del Ojanco dormido. Las caras de cansancio no desmerecían la sensación de satisfacción que te da el saber que habíamos estado allí arriba, encima de su barriga.

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