sábado, 9 de julio de 2011

Peña Prieta



Gran jornada en Peña Prieta

(2 de julio de 2011)

Sobre las 10 de la mañana del día 2 de julio comenzamos con los preparativos en Cardaño de Arriba (1.400 m.), poniéndonos las botas y protegiéndonos con crema abundante porque ya a esas horas el sol calentaba con fuerza. Sabíamos que nos esperaba una subida larga y dura hasta Peña Prieta (2.538 m.), sin embargo, nos sorprendió que por este itinerario la cumbre no es visible hasta casi llegar a las inmediaciones del pico Tres Provincias (2.499 m.), donde paramos a comer y descansar, eso sí, unos en la provincia de León, otros en la de Palencia y los demás en la de Cantabria.

Otra nota curiosa fue que la zona de cumbres y collados estaba plagada de mariquitas. Nos amenizaron la comida, y como podéis ver alguna viajó a Valladolid dentro de la mochila.

Después de reponer fuerzas en el Tres Provincias, atacamos la cumbre de Peña Prieta por la cresta, donde conocimos a Andrés, un polaco residente en Vitoria, que nos ayudó con la foto de cumbre a todo el grupo de Ojancos, y que tendrá un papel fundamental en el final de esta aventura.

La bajada desde la cumbre de Peña Prieta a Llánaves de la Reina (1.420 m.) se hizo más dura todavía que la subida, y el calor y la larga jornada fueron castigando a los Ojancos. Aprovechamos uno de los arroyos, antes de pasar por el Boquerón de Bobias, para refrescarnos y mojarnos los pies.

Al llegar a la vega del Naranco, cuando nos quedaban apenas dos kilómetros para llegar a Llánaves, apareció por la pista Andrés, el amigo que conocimos en la cumbre de Peña Prieta, que preocupado por nuestra tardanza, sin que nadie se lo pidiera, salió a nuestro encuentro en su coche. Fue un acierto, porque algunos Ojancos estaban muy fatigados y aprovecharon el coche para el tramo final. Se había hecho muy tarde, eran casi las 10 de la noche al llegar a Llánaves, y no había tiempo de tomarnos un refresco con Andrés. Así que, nos despedimos de él, que partió en su coche a buscar un sitio donde dormir, y nosotros tras él, hacia Valladolid.

A los pocos kilómetros de Llánaves, ya noche cerrada, nos estaba esperando en la cuneta de la carretera con el chaleco reflectante puesto. Había encontrado en su coche el bastón de Quico y quería devolvérselo. Hubiéramos bajado todos del autobús, para darle un abrazo y charlar un rato con él, pero el conductor estaba impaciente por continuar con el viaje, así que fue Quico quién bajó y le agradeció su gesto.

Andrés demostró además de su honradez, los valores del buen montañero: estar atento a lo que los demás puedan necesitar en la montaña y prestar ayuda cuando es necesario.

Un gran final para una larga e intensa jornada de montaña.

Por: Javier Gurpegui Jr.


Para ver las fotos de la ruta pincha aquí

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